viernes, 14 de febrero de 2014

¿Y después del 2015, qué?


Héctor Béjar


No conforme con las muertes francesas en Mali y el secuestro de franceses en Camerún, Francois Hollande anuncia una intervención directa de Francia en Siria. Como los mercenarios no pueden con Assad, ahora podrían entrar tropas regulares francesas e inglesas. Aliados con los extremistas musulmanes, acusan de criminal al gobierno de Assad pero la verdad es que ambos bandos rivalizan en ferocidad. Mientras los gobiernos invierten cientos de millones de dólares en una intervención ilegal y una defensa que no reconoce límites en los derechos humanos, los promotores de la invasión dan mendrugos para que las Naciones Unidas atiendan a los refugiados que ellos mismos lanzan a Jordania.
En escenario paralelo, los tecnócratas hablan de superar la pobreza que sus políticas mantienen y crean. El ciclo de lucha contra la pobreza en el marco de las Naciones Unidas se acerca a su fin con resultados modestos o inexistentes. Empezó en 1995, cinco años después de 1990, el año cumbre del Consenso de Washington, cuando los gobiernos decidieron disminuir la pobreza a la mitad el año 2000;  y culminará en 2015. ¿Y después qué? Mientras hacen correr la sangre en regiones del mundo, han abierto una consulta mundial y pretenden que la sociedad civil diga algo cuando ya ellos decidieron seguir en lo mismo.
Están muy preocupados en medir la pobreza. Pero no miden la riqueza. Favorecidas por la especulación, el tráfico y el dinero entregado por los gobiernos a los bancos, las fortunas llegan a millones de millones. Según Vincent Navarro, el Banco Central Europeo ha dado desde el 2011 más de un millón de millones de euros a la banca privada a 1% de interés para que ésta preste a los estados al 6%. El Quarterly Review del Banco Internacional de Pagos asegura que 87 bancos mundiales recibieron 350,000 millones de dólares entre 2008 y 2010 para que paguen sus deudas.
Afganistán, Irak y Libia han sido destruidos. Estados Unidos mantiene un gulag internacional de torturas. La abolición de los derechos laborales para millones de trabajadores se extiende. Los monopolios explotan sin límite los recursos naturales y humanos del planeta mientras sus capitales circulan por cientos de paraísos fiscales. En Lisboa, Atenas, París, Madrid, Barcelona, los indignados llenan las calles. Gritan sin ser escuchados. Esas voces no llegan a los palacios ni gabinetes de las Naciones Unidas.
Una nueva conciencia crítica ha surgido A Noam Chomsky, Naomí Klein, Viviane Forrester, Daniel Estulin, Eduardo Galeano, Samir Amin, Joseph Stiglitz, se suman ahora el canadiense John Ralston Saul (El colapso de la civilización y la reinvención del mundo, RBA Libros, 2012) y el catalán Vincent Navarro (Los amos del mundo, las armas del terrorismo financiero, ESPASA 2012).  Pero claman en el desierto. No están en el Panel de Alto Nivel que discute a puertas cerradas qué hacer más allá del 2015.
En junio 2012 el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas publicó el documento The United Nations Development Strategy Beyond 2014.
Se plantea escapar al reduccionismo economicista en que han caído las tecnocracias y los gobiernos. Ellos padecen el síndrome estadístico y, como señala el documento, viven en un gran vacío teórico: muchas cifras y pocas ideas. Y todavía menos voluntad política.
En los años que vienen, según el documento, el mundo deberá enfrentar los siguientes desafíos.
Declinación de la fertilidad e incremento de la longevidad. Vidas más largas, más viejos con pensiones míseras o en el abandono.
Inmensa desigualdad. Más  riqueza concentrada e insolente.
Menos nieves, menos agua, menos aire limpio.
Las manifestaciones populares continuarán demandando justicia. ¿Alguien escuchará?
Hace muchos años, Amartya Sen dijo: si el gobierno de un país pobre anhela mejorar las condiciones de vida, será muy necio si pretende lograrlo mediante la elevación del PBI en vez de perseguirlo directamente por medio de la política pública y el cambio social.


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