Los hermanos Koch
Héctor Béjar
Antiguamente
la lucha política era una confrontación de ideas.
En
el mundo global del siglo XXI es una confrontación de capitales.
O,
digamos mejor, es un conjunto de operaciones encubiertas de algunos grandes ricos
para dominar la política y colonizar la democracia. Y lo están consiguiendo.
En
los principales países del mundo los gobiernos son elegidos por minorías. Cunde
la desesperanza en que mediante las elecciones se pueda cambiar algo. Lo que
vale son quienes compran parcelas de influencia o todo el poder.
La decisión del
Tribunal Supremo en el caso Ciudadanos Unidos contra Comisión Federal Electoral,
abrió la puerta a las contribuciones ilimitadas de los empresarios en las
campañas electorales en los Estados Unidos de América. El 21 de enero de 2010,
el Juez Anthony Kennedy falló diciendo que la Constitución norteamericana
prohíbe al gobierno limitar las donaciones.
Republicanos
y demócratas sirven ahora a grupos billonarios de donantes que compiten y se
enfrentan detrás de las bambalinas.
“Puede
haber billonarios financiando a quien quieran, como quieran, en algunos casos
sin revelarlo. Y lo que eso significa es que los estadounidenses de a pie
quedan fuera del proceso", dijo Barack Obama en una conferencia de prensa
en la Casa Blanca en 2010.
Entre
estos billonarios destacan los hermanos Charles y David Koch. Son dueños de
refinerías de petróleo y un complejo de industrias ligadas al sistema
energético. Se calcula que su fortuna llega a los 50,000 millones de dólares.
Son la Standard Oil del siglo XXI.
Son hijos de Fred Koch, un ingeniero químico que en
1927 desarrolló un nuevo método para transformar el crudo en gasolina. Fred vendió su tecnología a José Stalin
quien, al borde del primer Gosplan, o Plan Quinquenal soviético, estaba urgido
en industrializar su país.
Fue una paradoja. El dinero socialista sirvió para que Fred
Koch organice en los Estados Unidos, Koch
Industries, un gran consorcio capitalista dedicado al sector energético,
químico, financiero e industrial.
Aunque negociaba con los rusos, Koch era anti-comunista.
Contribuyó a la fundación de la John Birch Society http://www.jbs.org/, cuyo
lema es Elija la libertad, organización
que, por ejemplo, tilda de “totalitaria” la idea de redistribuir la riqueza a
través de impuestos y gasto público y pide que Estados Unidos expulse a las
Naciones Unidas (United Nations, Get US
out).
Los
hermanos Koch fundaron en el 2004 Americans
for Prosperity, AFP. Ahora tienen una red de cien mil donantes en 32
estados y doscientos trabajadores a tiempo completo. En el 2010 el New York
Times listó a 138 candidatos que recibieron fondos de los Hemanos Koch. Financian
intelectuales, periodistas, escritores, universidades y becas. Crear una
intelectualidad falsa y servil es un objetivo prioritario para quienes conocen
la importancia de las ideas. Así aparecen autores de gran éxito y best sellers en
los supermercados que son promovidos e impuestos como las estrellas del rock.
Los
Koch están entre los principales financiadores del Tea Party. Recordemos los
lemas que esta organización exhibe en sus demostraciones callejeras: “triturar
el gasto público, acabar con la tiranía de las escuelas públicas, liberarse de
las pensiones y los subsidios, dejar de regalar comida con nuestros impuestos,
de mis impuestos que no vivan los holgazanes, recaudar es robar, destapemos la
mentira del cambio climático”, etc., etc.
Esta
manera de hacer política se está aplicando hoy en Venezuela financiando a la
oposición que quiere derribar a Maduro. Y en el Perú, corre el dinero para la
formación de un firme núcleo de ultraderecha afirmado en la prensa concentrada,
los escritores falsos, algunas estrellas de la radio y la televisión y los
políticos corruptos. Una Lima neocolonial, como cuando los limeños tuvieron que
ser forzados a aceptar la independencia al comenzar el siglo XIX.
Ambos, Venezuela y Perú, son países piloto de
estas operaciones por el capitalismo salvaje, un eco sudamericano de los
hermanos Koch.
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