Una vez más los trabajadores y las trabajadoras organizados
que se organizan en sindicatos, se reúnen. Es el XIV Congreso de la CGTP.
El sindicalismo sigue existiendo en el mundo a pesar de sus
enemigos neoliberales y capitalistas. Pero debemos reconocer que ha perdido su
fuerza, su encanto. Ha sido debilitado no solo por los enemigos de clase sino
por los amigos y los sindicalistas mismos. Hay sindicatos fuertes pero
corruptos en el mundo. Hay sindicatos debilitados por los patrones que
gobiernan el planeta. Hubo, hay y habrá sindicalistas víctimas y mártires. Millones
de trabajadores ignoran todavía lo que es un sindicato.
Las tareas son enormes. En el Perú el sindicalismo es un
bien nacional, es necesario; no solo para luchar por dignidad y un nivel humano
de vida para todos sino para mantener viva la idea de que es posible una
sociedad justa donde no haya explotación del hombre por el hombre.
La CGTP forma parte de esa esperanza. Su fundador José
Carlos Mariátegui enseñó a los trabajadores que es posible y necesario
construir un frente único donde todos los trabajadores, todas las trabajadoras,
luchen unidos en torno a sus intereses inmediatos.
Pero Mariátegui no se quedó en lo inmediato. Sabía que la
liberación de los trabajadores no depende de los sindicatos sino de la
revolución socialista. Y para ello, además de la CGTP, fundó un partido.
Las ideas de Mariátegui siguen vigentes gracias a sus
enemigos que persisten en mantener una sociedad de explotación. Por eso,
mientras la sociedad explotadora exista, no hay ni debe haber contradicción
entre revolución socialista, reformas de sentido socialista, sindicato y
partido. Los sindicatos nutren a los partidos revolucionarios con su aporte
masivo y sus plataformas de clase. Los partidos revolucionarios nutren a los
sindicatos con sus ideas. Ambos, sin embargo, tienen la obligación de
respetarse mutuamente, inter influirse, tratarse como hermanos. Incluso los
partidos no revolucionarios están y estarán presentes en los sindicatos
mientras sean parte del pueblo. Lo peligroso sucede cuando los partidos se
disputan las direcciones sindicales como su fueran presa o botín. O cuando los
líderes sindicales renuncian a las ideas revolucionarias para entregarse a la
burocratización. O cuando los partidos se dividen y llevan sus divisiones a la
clase trabajadora. Estos errores han sucedido y suceden en nuestro país. Esta
difícil relación entre sindicato y partido está, reconozcámoslo, en el fondo de
la crisis sindical. El burocratismo adormece a los sindicatos, el sectarismo
divide a los partidos. Trabajemos para
superar esta contradicción en las direcciones sindicales y en las bases
populares. Los sindicatos deberían ser base, columna vertebral y sostén de la
organización popular, única garantía de defensa del pueblo frente a sus
explotadores. Los sindicatos no son ni deben ser un botín. Son un gran espacio
donde todos los partidos que quieren identificarse con los intereses históricos
del pueblo pueden convivir ayudando en una construcción común que es parte de
la liberación nacional y social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario