sábado, 16 de julio de 2016





Discutamos sobre Venezuela y Cuba


César Hildebrandt ha exigido que Verónica Mendoza se pronuncie contra Venezuela y Cuba en una entrevista con el programa de radio del IDL.

El IDL comparte esta posición, aunque no lo dice explícitamente.

Se sostiene que, para que la izquierda electoral consolide las posiciones ganadas en el último proceso, debe deslindar con los regímenes “autoritarios” de Venezuela y Cuba.

Decirlo así implica aceptar que los regímenes de Estados Unidos, Honduras, México y otras “democracias” latinoamericanas, no son “autoritarios”.

¿Dirán lo mismo los negros y latinos de Estados Unidos, los campesinos de Honduras, los maestros de México y otros ciudadanos de estas democracias? Algunos de ellos probablemente sí. Están satisfechos. Creen que viven en democracias porque no tienen conciencia social y política; o aceptan el régimen establecido porque no se puede hacer otra cosa. Si no, uno puede ir a la cárcel o ser asesinado. Tal como suena, así sucede en Honduras, México, Paraguay. En Cuba no se tortura ni se mata a los opositores. En Venezuela son los opositores los que matan a los chavistas.

No. El ataque frontal tiene que ser contra Cuba y Venezuela. A Hildebrandt no le gustan los Castro ni los Maduro. No le gustan los Castro porque se mantienen en el poder desde hace cincuenta años, ni Maduro porque apoya a los Castro y contra él, como antes contra Chávez, se ha proyectado una imagen de abuso y demagogia.

¿Todo se solucionaría con elecciones bajo el modelo norteamericano en Cuba y con la revocatoria de Maduro en Venezuela? Entonces, cuando eso suceda, si sucede, en Cuba y Venezuela habría un régimen “democrático”, como las demás “democracias” de la región. Todos contentos. ¿Son las elecciones al estilo anglosajón las únicas posibles? ¿No se puede elegir a los gobernantes de otro modo? Miren lo que pasó en el Perú. Terminamos eligiendo entre millonarios elegantes y mafiosos; y hemos votado (los que hemos votado) por uno de ellos. ¿Es eso democrático? Y lo aceptamos y aun nos alegramos. Es un hecho consumado. Una estafa planificada y consumada la del sistema electoral peruano. Pero no nos atrevemos a decirlo porque es políticamente incorrecto.

Cierta izquierda o algún sector democrático se sienten incómodos ante la presencia de Fidel y Raúl Castro en el poder cubano. Pero esa presencia es solo parte y consecuencia de un fenómeno político y militar característico de los tiempos que corren. Discutamos entonces ese fenómeno político y militar.
Si hay que pronunciarse contra los Castro, también habría que hacerlo contra el bloqueo norteamericano, mantenido por cincuenta años contra Cuba desobedeciendo todas las advertencias y condenas de las Naciones Unidas. Claro, se dice que el bloqueo es un pretexto para mantener una dictadura. Bueno, puede ser, entonces pronunciémonos claramente contra el bloqueo y ya no será el pretexto para esa dictadura. Una política de libre comercio, sin malas intenciones, sin agenda por lo bajo, con Cuba, cambiaría radicalmente la situación sin duda. Pero eso desgraciadamente no es posible aun con las conversaciones cubano norteamericanas de estos meses. Lo sabemos pero no lo decimos.

En Cuba no hay elecciones a la peruana ni a la norteamericana. Allí no eligen los millonarios, allí no se compra a los políticos. No es el paraíso de los outsiders, no es la política del escándalo que se hace en la televisión pagada por los comerciantes. Allí para dirigir el país tienes que pasar por el poder popular, por los centros de trabajo y hacer carrera en el partido gobernante. Con sus defectos y errores, con sus silencios sobre lo que no conviene decir, ese es, en realidad, el partido de toda la nación. La permanencia de los Castro en el poder es parte de la estabilidad del régimen, se trata de una monarquía laica, característica de los pueblos que necesitan de un conjunto de símbolos perdurables que den estabilidad a sus procesos. Pero coexiste y se somete al poder popular organizado. ¿Son siempre malas las monarquías? Si las monarquías son malas ¿por qué es buena y democrática Europa que está poblada de monarquías? ¿El voto del pueblo, veleidoso y casi nunca informado, debe ser siempre determinante para la suerte de los países? Si es así, entonces aceptemos a Keiko. 

El pueblo es base de la democracia, pero tampoco es un Dios al que tengamos que rendir pleitesía. Casi siempre se equivoca y elige lo peor, desde el punto de vista de las elites a las que pertenecemos. Porque tiene el hambre que nosotros no tenemos, la inseguridad que nosotros no padecemos, los instintos primitivos de los que huimos, sentimientos y resentimientos distintos de los nuestros. Porque es educado por la educación del Banco Mundial y el ministro Saavedra (dicen que el mejor de los ministros). Eso juega igual con Keiko que con Chávez, con Hitler que con el Brexit en la Inglaterra de hoy. No es un santo, no es mejor ni peor. Y solamente a ese pueblo no podemos entregar la suerte de él mismo. Así como la guerra es un asunto demasiado serio para entregarlo a los militares, la democracia es demasiado importante para entregársela solo al pueblo.

¿Y por qué no discutir sobre Venezuela? ¡Discutamos sobre Venezuela! Un sector de venezolanos, coalición de ricos y de plebe, impulsados unos por la ambición ya conocida y otros por el desabastecimiento y la inseguridad, quiere derribar un gobierno antes de que termine su período presidencial. Los ricos del mundo le juraron la guerra a Chávez antes de que hiciera algo y le hacen la guerra a Maduro porque es heredero de Chávez. Venezuela, lo que se llama Venezuela, es decir el país en sí mismo, no les interesa.

Cuando Hildebrandt y otros critican al gobierno venezolano ignoran u ocultan todas las circunstancias que padece el hermano país: prolongado fenómeno de El Niño, sequía que afecta el abastecimiento eléctrico, violenta caída de los precios del petróleo en una economía monoproductora construida sobre la base de un barril a 100 dólares que ahora está a 30, políticos ambiciosos y corruptos que practican una oposición violenta. Todos los males juntos. Algunos males como la dependencia del petróleo y la corrupción, fueron instalados precisamente por los políticos que quieren revocar a Maduro. Si ellos tomaran el poder, llevarían a cabo un shock como el de 1990 en el Perú, como el Caracazo de Carlos Andrés, y venderían PDVSA y toda Venezuela a los Estados Unidos. Esa película ya la vimos en el Perú. ¿La queremos para Venezuela?


Es importante discutir sobre Cuba y Venezuela. Pero discutir de verdad. Hablemos de las cuestiones de fondo. Es importante porque son experimentos sociales que nos ilustran sobre lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer en América Latina o en cualquier lugar del mundo donde se quiera cambiar las cosas. Mientras tanto, los que no dependemos de los votos ni del dinero, ni le tenemos miedo al chantaje de la prensa concentrada, no tenemos temor en seguir defendiendo los experimentos de Venezuela y Cuba. Al menos, allí hay esperanza. Aquí en el Perú, se trata de una lenta muerte anunciada de la patria y del honor.




Hechos consumados, democracia secuestrada



Keiko Fujimori regaló artefactos, cocinas y dinero sistemáticamente en todo el país antes y durante el proceso electoral.
El fujimorismo no ha dado cuenta de los enormes fondos usados en el proceso. Buena parte de sus representantes están involucrados en procesos judiciales. Violaron todas las normas pero fueron mantenidos ilegalmente en el proceso.
Pedro Pablo Kuczynski logró inscribirse ante el Jurado Nacional de Elecciones y la ONPE sin contar con las firmas suficientes. La denuncia ha sido hecha ante el Colegio de Abogados y el Jurado Nacional de Elecciones por el abogado Ricardo Noriega. Ha sido respondido con el silencio.
El mismo rigor que se aplicó para anular la inscripción de Julio Guzmán no se aplicó para Kuczynski. Se ignora quiénes formaban su partido, en qué congreso fue elegido como candidato y quiénes fueron sus competidores en elecciones internas. Los candidatos que lo acompañaron no fueron elegidos, fueron “fichados”, es decir, contratados como en el fútbol.
Se mantuvo la inscripción del partido aprista a pesar de que no alcanzó el porcentaje de votación necesario. Se le ha concedido vocería en el Congreso, rebajando el porcentaje de votación obligatorio.
Diversas disposiciones fueron aplicadas con carácter retroactivo durante el proceso electoral por el Congreso, la ONPE y el Jurado Nacional de Elecciones. Todo para crear un escenario adecuado a quienes manejan el tinglado.
Estos y muchos otros argumentos sobran para declarar nulo el proceso electoral peruano de 2016. ¿Qué no se puede? Hay un antecedente: el proceso electoral austriaco. Allí el Tribunal Constitucional anuló las elecciones del 22 de mayo en que ganó el ecologista Norbert Hofer, por irregularidades que, comparadas con las peruanas, serían un juego de niños.
Pero todo está consumado. Los fujimoristas no reclaman porque, debido a la cifra repartidora, han obtenido una mayoría parlamentaria que no les corresponde. Los pepekausas no reclaman por razones obvias: ganaron. La izquierda no reclama porque probablemente fue beneficiada por los votos de Guzmán en la primera vuelta, resultó siendo la tercera fuerza electoral y tiene más de veinte representantes. Todos contentos. Menos los electores.
Es indiscutible que se trató de un proceso que condujo a obligar al país, incluida la izquierda, a elegir entre dos opciones de derecha. Lograron construir el escenario ideal para mantener las cosas como están.
Los hechos están consumados. Y ahora quedamos presos de Kuczynsky que tiene el Ejecutivo y de Fujimori que tiene el Congreso. En la izquierda electoral, desgraciadamente, ya empiezan a pelearse como siempre. La inscripción de candidaturas nuevas y alternativas para el 2021 es prácticamente imposible excepto si uno es millonario.

La democracia peruana ha quedado secuestrada. La tarea futura será no solo luchar por los intereses del pueblo sino combatir a los secuestradores.